15...Soledad
Esa callecilla estrecha en donde los vecinos salen al balcón, todos a una, para acompañar a su Virgen y que no se sienta sola. En su barrio, la iglesia es el centro neurálgico, todo confluye hacia ella, como si en el momento en que se diseñara la ciudad, se hubiesen dispuesto las calles para orientarlas a la vieja parroquia, que de tantos siglos como ha conocido, ha llegado a ser el referente, allá subida en su cima de empinadas calles blanquiazules, de todo el que llega de visita.
En esa iglesia, claro, infinidad
de pinturas de afamadísimos pintores, relatan pictóricamente la vida de santos,
y un Vía Crucis, tallado en marfil sobre madera de caoba, recuerda al visitante
los pasajes de la pasión de Cristo que, en Semana Santa, una vez al año,
recorren las ciudades andaluzas en forma de pasos de misterio. Entre la
multitud de tallas que adornan los retablos de las capillas está Ella, la Reina
de su barrio, la hermosísima imagen de la Virgen, que todo el mundo lleva en llaveros,
estampas…y que nos saluda, no sólo desde la iglesia, sino desde los comercios
de sus vecinos.
Ella, asomada al día a día de su
gente, puede enterarse de todo, porque todo le llega a Ella, desde que el sol
despunta hasta que sale la luna, y desde ese momento hasta que vuelve a salir
el sol, veinticuatro horas al día, todos los días del año, todos los años de
una vida. Cuando sale a la calle, todo es un hervidero en torno a sus andas,
que Ella no lleva paso con costaleros, sino varales abiertos a todos los
hombros que quieran llevarla, y no tiene orden en la mecida, porque todo el
pueblo se pelea y forcejea para apretarse cerquita, y pasearla unos metros,
hasta que otra persona reclame su instante de cercanía para poder en orden las
cosas que cada quien tiene en su lista. Ella no tiene horario, sale cuando la
sacan los suyos y entra cuando las suyos la recogen, pudiendo variar este
margen de tiempo según sean las necesidades de los hombres y las mujeres que
la necesitan, para eso “arreglillos” que hay que hacer en la casa de cada uno.
Ella no tiene “levantás”, porque su paso no se arría nunca, aparentemente, no
lleva paso acompasado a las marchas que le tocan, porque el compás lo marca el
ordenado desorden de sus portadores, y no tiene carrera oficial, porque recorre
las calles de toda la localidad, y en todas las puertas se para, abriéndolas de
par en par sus vecinos, sacando dulces y café, caldo y viandas, para recibirla
y mirarla, frente a frente, como cada año, pero un poco como nunca.
Es curioso que Ella, que sale en
loor de multitudes, que no le falta un piropo, o vítores, por donde quiera que
pase, que la escoltan los rezos y las saetas, que no puede avanzar del número
de visitantes que quieren verla, Ella que sale y parece que no va a entrar
nunca en su casa, porque su casa es todo el pueblo, tiene un nombre
incongruente, completamente alejado de todo esto que él está viviendo y que le
asombra hasta el extremo, ya que, en esta localidad en que todo es para Ella,
viéndola venir arropada de lado a lado de la calle, y de norte a sur, no él no acierta a entender cómo es posible que, viendo este gentio que rodea a la imagen de la Virgen, ella se llame, simplemente...Soledad.
Fuente Fotografía: Facebook Soledad Écija (autor Nío Gómez)



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