18...El chupete del varal



Sentada junto al palio le ha dado por pensar, no sabe por qué motivo, en el momento de su embarazo, y la posterior felicidad de traer al mundo a su hija llevándola, a los pocos días, a presentársela a la Virgen y hacerla miembro de la hermandad.

Después, llegarían los días de llevarla al colegio, con su uniforme y sus trenzas dispuestas con primor cada mañana. Lo feliz que llegaba al patio, poniéndose en la fila con sus amigas, y cómo le lanzaba un beso y una sonrisa antes de cruzar el umbral de la puerta y desaparecer en el mar de mochilas multicolores.

Siempre fue una niña buena, aplicada al máximo y feliz, muy feliz, pasando por las etapas de su vida siempre alegre, siempre dispuesta, incluso en los momentos menos dulces, y convirtiéndose en una adolescente inteligente, madura y siempre atenta a lo que sus mayores le decían, obedeciendo, con la justa rebeldía, sus directrices.

En la hermandad, como en las clases, destacó por su carácter afable, lo que le trajo un buen nutrido grupo de amigos con los que vivió la cofradía desde dentro, y la Semana Santa de la ciudad, y del resto de su comunidad autónoma, con muchísimo afán, llegando a ser una casi estudiosa del tema y sabiendo muchas cosas de muchos sitios.

Del colegio a la facultad, y de la facultad a la abogacía, su camino fue marcado por su afán de superación, y por la pasión con la que afrontó sus estudios y, ahora, su profesión, convirtiéndose en una eminente abogada que ayuda, desde su despacho, a un sinfín de personas que vienen con sus problemas para buscarle una solución.

Uno de los costaleros de la hermandad, lo recuerda como si fuera ayer, se la llevó a su terreno, convirtiéndola en su esposa una mañana de mayo, de la que aún recuerda el momento de ayudarla a vestirse en su casa, las dos con lágrimas en los ojos, cosa que todavía le llena de emoción. Después, su hija se convirtió, de un plumazo, en la madre de sus nietas, que también corretean por la iglesia como si de una habitación de casa se tratase, y siendo como su madre en cuanto a bondad y disposición.

Aunque el tiempo ha pasado, su hija siempre será su niña pequeña, y como tal la evoca en sus pensamientos desde el día en que dejó la casa para empezar su vida, como ella misma hiciera con el hombre que sostiene su mano, en el banco de la iglesia junto al palio de la Virgen, mientras ella sigue acordándose de todos los motivos que la llevaron, hace años, a solicitar a la hermandad que labraran un chupete en el varal. 

Fuente fotografía: Alcalá Nazarena


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