20...sus cosas
En las medianerías de Diciembre, siempre acude al besamanos de la Virgen, con su carpeta anual, para añadir una página más a su colección de momentos junto a Ella, y siempre tiene la sensación de que, al salir, algo se le ha quedado en el tintero.
Ella siempre es la misma, aunque
nunca se viste de igual manera para la ocasión, pero las cosas que hay que
decirle, los agradecimientos que, por justicia, hay que dedicarle, las
preguntas que hay que hacerle, las necesidades, nunca mejor dicho, que hay que
pedirle, nunca son las mismas, aunque Ella las reciba siempre, y siempre con la
misma dulzura.
Al subir las escaleras, empiezan,
escalón por escalón, en la cola que precede su “ratito” junto a Ella, a
acumularse en la cabeza las personas que ya no se ven, ese día, en la iglesia,
porque nos miran desde arriba. Se acumulan las imágenes de una vida entera, y se
ve, muy joven, esperando en la plaza a que Ella salve la puerta, con el costal,
después, ajustándose las rodilleras para ponerla en la calle, o fajándose en la
casa de hermandad cuando él empezaba a saber de sus cosas, y se ensayaba allí junto a la plaza de toros, y no tiene más remedio
que sonreír ante la riqueza de momentos que ha vivido, la enormidad de cosas
que le han sucedido y el orgullo de haber sido parte de esa historia durante
una parte de su vida.
Sigue, en el penúltimo escalón,
ordenando mentalmente todo lo que va a contarle a la Virgen, dispuesto por jerarquía de prioridades sin prioridad, y siempre encuentra alguna que se va a convertir,
ese año, en la principal petición, lo que más necesita, sabiendo que Ella, que
representa eso que es lo último que se pierde, lo va a atender y a conceder,
como siempre que le ha pedido algo subido a esa escalinata que la precede y
acorta la espera.
Hoy no es un día cualquiera, hoy
lleva mucha preocupación, mucha incertidumbre y mucha duda, pero mucha
confianza también, porque la medicina tiene recursos y nuestros profesionales
saben perfectamente lo que hay que hacer y, lo que es más importante, cómo
hacerlo, por lo que intenta calmarse así, para descansar un poco la mente antes
de verla y quedarse frente a frente, a su altura, y depositar su beso anual en
las manos que tantas caricias han recibido.
Ha llegado el momento, sube el
último escalón que lo separa de Ella, y el Ave María sale, mirándola, escribiendo con lágrimas su oración sobra la mano, porque
hoy es el día de la Esperanza, y mañana operan a su hermana.
Fuente fotografía: Colección particular del autor



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