21...Como hizo con su padre
Hay veces, no sé si serán todas, en las que un joven llega a
una cuadrilla de costaleros, por los motivos que sea, para sacar al Señor a la
calle sin conocer absolutamente a nadie y, al final, encuentra ahí a los amigos
para toda la vida.
Él llegó a la hermandad, sin
ambiciones, sin referencias, sólo porque quería ser costalero, una mañana de
marzo de hace mucho tiempo. Recuerda los nervios, la sensación de no saber si
estaba haciendo lo correcto, la duda, pronto disipada, de si lo acogerían bien
entre aquellos hombres experimentados, que se agrupaban en corrillos de los que
salían risas, gestos, durante las conversaciones que, sobre este mundo que
tanto les gusta, mantenían.
El capataz, él entonces no lo sabía, pero tampoco contaba con muchos años al frente de ese paso, casi nuevo cómo él. lo igualó en la cuarta
trabajadera, donde coincidió con otros costaleros, igualmente recién nacidos a este mundo, con las
mismas ilusiones y parecidas motivaciones, que sólo tenían en común el venir de
familias cristianas, y cofrades, ser buenas personas, y las ganas de ser
costaleros.
El tiempo hizo el resto. Las
noches de ensayo, las salidas procesionales, las convivencias, año tras año,
les fueron llevando por los senderos de la amistad, hasta el punto que, casi
sin darse cuenta, empezaron a formar parte de ese listado de las cosas
importantes, siendo testigos, unos y otros, de los momentos fundamentales del
resto. Graduaciones en la facultad, algún que otro pregón, muchas cervezas,
bodas… les fueron citando y uniendo cada vez más, no sólo a ellos como
costaleros, sino a su capataz, consiguiendo un entramado fuerte, que ha seguido
intacto hasta la actualidad, aumentando el grupo con las parejas respectivas y, de
un tiempo a esta parte, con sus hijos.
El tiempo ha ido pasando, y lo
que empezó siendo una igualá de jovencísimos aspirantes, ha cumplido más de
cinco lustros, por lo que los adolescentes son hombres hechos y derechos, con
muchas responsabilidades a su espalda, pero que siguen juntándose para hablar
de cofradías y,… no podía ser de otra manera, sacar al Señor, teniendo la
suerte de poder llamar amigo al que es también su capataz, teniendo el orgullo,
y el lujo, de poder compartir con él la carga de la responsabilidad con
respecto al paso en la calle. Tal es así que, ahora, los que iban debajo del
paso, van por fuera del mismo, auxiliando a su amigo en las labores de guiarlo
por las calles de la ciudad, lo que les ha permitido vivir experiencias nuevas
y muy gratificantes.
Él, como sus amigos, sólo puede
tener palabras de agradecimiento hacia su capataz y, ahora que ha sido padre,
lo único que le pide al Señor, como sublime colofón, es que su amigo haga de su
hijo una buena persona, y un buen costalero, como hizo con su padre.
A todos los nuevos que llegan a una hermandad, a Pablo Salmerón, por tanto, y David Barranco, por la frase que inspiró esta entrada.
Fuente Fotografía: Despojado Granada



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