7...Cine
Hoy ha salido con su familia a
darse un paseo, y han decidido entrar a un cine, como un plan completamente improvisado,
para ver una película cuyo cartel les ha llamado la atención. A veces, los planes que no planean, valga la redundancia, tomados sobre la marcha y sin pensarlo, resultan ser los mejores,
así que han comprado sus entradas y se han sentado a disfrutar de la película.
Antes de entrar, se han paseado
por la zona de chucherías, palomitas y refrescos, y han pensado en alguna cosa
para acompañar la película (aunque al verdadero cinéfilo eso no le gusta mucho,
ya que entiende que el ruido de la gente metiendo la mano en las bolsas y sorbiendo el líquido con la pajita, les desconcentra y les impide centrarse en la
trama), así que han comprado algo de beber y unos frutos secos, además de las
indispensables palomitas de maíz, con azúcar y sin ella.
Sentado en las cómodas butacas de
la sala de proyección, mientras la pantalla vomita su carga de publicidad a
discreción, se ha parado a observar a la gente que, como ellos, han elegido ese
día, esa hora y esa película para disfrutar de un rato en familia haciendo algo
distinto, y ha descubierto el sinfín de situaciones que se dan a su alrededor,
todas iguales y parecidas, para cada familia.
Algunos padres están
sobrepasados, porque han decidido celebrar el cumpleaños de algún hijo de esta
forma, y tienen en la fila, sentados, entre el marido y la mujer, a todos los
compañeros de clase del vástago en cuestión. Los niños revoltosos, las personas que salen y entran
continuamente y no ven la película, los que miran el móvil y los que cuchichean, no permitiendo, con sus susurros, que se escuche bien el diálogo, o los que te
cuentan lo que va a pasar conforme se va desarrollando la película, y también,
los niños tranquilos que permanecen sentados, atentos a todo, y las familias
respetuosas y silenciosas que sólo quieren ver la película de forma calmada, constituyen
esa disparidad de público, padres e hijos, abuelas y nietos, familias enteras,
grupos de amigos, que confluyen en este punto, en este sitio, viniendo cada uno
de cualquier extremo de la ciudad o de su provincia, cada uno con sus motivos y
su vida en el bolsillo, compartiendo con él todo lo que está sucediendo.
Al final, tras encenderse las
luces, la gente empieza a levantarse, muchos sin esperar a que terminen los
créditos, que suelen ser una parte importante de la película, bien porque te revele
algo para la siguiente, bien porque vengan acompañados de una buena canción, y
se van bajando, escalón por escalón, contemplando cómo la gente ha ido dejando tras de sí un ejército de restos
de comida, vasos de refresco y envoltorios de chocolatinas…de pronto, un flash
le ha asaltado la mente, yéndose del cine con su familia, y ha comprendido que
esto mismo que se ha dado en la sala, se da exactamente igual, como espectáculo
que es, cuando pasa una cofradía por la calle.
Fuente Fotografía: De Cine



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