25 aniversario...


Una manera de resumir lo que pasó ayer, en una frase, pudiera ser la que empleó tu capataz para arengar a sus hombres en la que sería la primera levantá: "Esta levantá va por la Virgen del Mayor Dolor, que lleva veinticinco años de Reina y nos tiene a todos enamorados". 

Pudiera ser...pero yo ahí ya noté que algo no funcionaba correctamente dentro de mí, no, al menos, como en otras ocasiones, porque no me emocioné con la frase, ni con la charla antes de entrar al paso. Algo me decía, desde el inicio, que no iba a ser una noche igual, ni de lejos. No me emocioné, tampoco, cuando saludé, al comienzo de todo, a una amiga que estrenaba esa tarde los mudos diálogos que Tú mantienes con todos nosotros pero, sobre todo, y de manera especial, con los que te descubren por primera vez y les muestras lo que sólo Tú sabes para que se queden contigo, y Tú con ellos, para siempre. 

No me emocioné, viendo la impresionante salida, sol en tu cara incluido, que las rodillas de la cuadrilla baja firmaron sobre el pavimento con la tinta de su esfuerzo, con su estilo. Ni siquiera cuando el Himno Nacional volvió a unir mi patria con mi fe con el lazo de tu nombre. No, Señora, la tarde había empezado pero yo no estaba conectado, no tenía el pellizco, creo que no lo tuve durante toda la noche, que me unía a Ti, como cordón umbilical, de la trabajadera al techo de palio, y algo debió notarse cuando ese amigo de toda la vida me dijo, como extrañado, que ahí estabas, que eras mi Virgen, a la que tantas veces le he hablado y le he escrito, pero que ayer, no pudo sacarle las palabras a este que ha inventado sonetos para Ti en cualquier momento. No me emocioné, aunque el momento fue sublime, cuando debajo de tu palio entré en la basílica de la Patrona, kilómetro cero de la fe del granadino.

Apenas un esbozo de esa reclamada emoción, surgió cuando me pegué a tu costero en la Mariana para hablarles a tus costaleros, entre ellos mi sobrino, esa "guardia suiza" del Señor que cambió la fuerza indomable con la que gobiernan las andas de tu Hijo por la suavidad que requiere tu figura, tornando en mecida dulce, el impresionante andar al que están acostumbrados, para entregarte el alma a cada mano que estuvieron debajo de Ti.

Ni la foto, delante tuya, con mi hija, que me enorgulleció de manera especial, porque los hijos quieren a la Virgen, te quieren a Ti, porque los padres te queremos, y por eso ella estaba ahí, como mi esposa, con su padre, contigo, porque para ella eres importante, siguiendo tu andar, durante casi todo el recorrido, como en momentos anteriores. No me emocionó, tampoco, escuchar a Lola cantarte a los sones de la guitarra de mi hermano, ni al ver a la familia en el relevo, ni siquiera, Madre mía, cuando volví a echar la rodilla a tierra para encerrarte, para vivir tu marcha, tu seña de identidad, que es la última chicotá dentro de la iglesia.

Ayer no entendía que la emoción no viniera, mas mi corazón de poeta lo asumió como esas veces en la que no viene la inspiración, y quieres escribir pero no puedes. Ayer no entendía la forma tan distinta en la que afronté la tarde, pero ahora sí que lo comprendo. Tú no querías que la emoción, los nervios, dieran al traste con mi esfuerzo, con mi oficio. Anoche quisiste que cambiara la locura que es llevarte, por la concentración y la mesura, de principio a fin, hasta que los zancos se posaran en la iglesia. 

Pero hoy, te pido disculpas por ello, le he dado licencia a la emoción, y las lágrimas, como los niños a los que se da permiso para algo que desean, han vuelto a fluir, incontenibles, desde que he empezado a reunir letras para escribirte, como siempre, el día siguiente de llevarte por las calles. Ahora estoy libre, y el corazón ha tomado las riendas de la escritura, una vez comprendido todo, y verlo todo claramente. Ahora estoy emocionado, tembloroso, nervioso, orgulloso, y feliz, por haber llevado por Granada a esa Reina, te lo he dicho mil veces, que tiene cara de chiquilla, y que nos recibe en su oficina, para resolver nuestros problemas y los de los nuestros, cada vez que nos calzamos el costal, o nos acercamos a la iglesia.

Ayer mi capataz lo definió, para comenzar la tarde, dedicándote la primera levantá, diciendo que llevas veinticinco años de Reina y nos tienes a todos enamorados. Yo concluyo la tarde, nuestra tarde, diciéndote desde aquí, gracias por todo Madre,...Tú eres el amor de mi vida.

Fuente fotografía: Fernando Marín

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