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Nos miran, nos miman. Nos amparan, nos cuidan. Nos “escuchan”, nos sienten. Nos esperan, nos conocen. Nos animan, nos consuelan. Nos arropan, nos hablan. Nos ven, nos intuyen, nos perciben. Nos aconsejan, nos corrigen, pero no nos imponen, Nos calman, nos guían, pero nos dejan seguir nuestro camino. Nos contradicen, pero no discuten. Nos quitan los miedos, nos sacan de las dudas, Saben, sin necesidad de que abramos la boca, nos perdonan, nos buscan, nos encuentran. Nos sonríen, se entristecen. Siempre están, aunque no se les llame. Siempre encuentran el momento de “asaltarnos” cuando más lo necesitamos, aunque creamos que no. Viven, sufren, aguantan todo, aceptan todo. Su indulgencia no conoce límites, siempre lo hacen todo por nosotros, a pesar de que a veces no seamos merecedores. Son desinteresados, son dulces, son hermosos, son nuestros, somos suyos…podrían ser los ojos de una madre. Son los ojos de Una Madre…
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